El "calçot" fue descubierto a finales del siglo XIX por un solitario campesino de Valls conocido con el nombre de "Xat de Benaiges" quien empezó a cocer en las brasas los brotes tiernos nacidos de una cebolla vieja cultivados especialmente para ser cocinados así como también la salsa que todavía comemos hoy en día con algunas variantes.
El proceso de cultivo empieza durante los últimos meses del año cuando se siembran las semillas de la cebolla blanca. Cuando esta cebolla ya ha germinado y crecido se arranque de la tierra que lo acogía y se vuelve a plantar en otra tierra apropiada, en la que seguirá creciendo.
Hay que esperar que punzonado la cabeza como si se tratara de una cebolla normal. En este momento (hemos llegado al tiempo de verano), se arranca de nuevo y se guarda durante algunas semanas hasta el momento de volver a plantar una vez eliminada la parte de arriba.
La cebolla sólo debe quedar semienterrada y mostrando la blancura de la planta en el exterior. Hay un precepto agrícola que dice que "la cebolla ha de oír las campanas", refiriéndose a que al plantar hay que enterrar muy poco. Según los agricultores, es mejor plantar los calçots en época de luna llena. A medida que va creciendo la planta, hay que cubrirlo de tierra, operación que debe repetirse varias veces durante el proceso de cultivo. Los "calçots" se recogen preferentemente entre los meses de noviembre y abril.
A partir de las primeras décadas del siglo XX, la calçotada se convirtió en una comida habitual de los días festivos para muchas familias. Las raíces del gran impulso experimentado por la calçotada en todo el país podemos datarlo a mediados del siglo XX, cuando la "Peña Artística de la Olla" organizaba sus célebres calçotadas a las que invitaba a personalidades del mundo artístico y cultural barcelonés, ayudando así a divulgar.
Hasta hoy en día que, la calçotada de Valls ha ido creciendo en popularidad. Los alrededores de la ciudad se ven adornados por humaredas que, aquí y allá ya lo largo y ancho de la geografía del Alt Camp, son como puntos de referencia de las masías vallencs.Una fiesta que a lo largo de los años se ha ido popularizando y extendiéndose a otras comarcas de la demarcación que también comparten esta fiesta familiar o amistosa que comienza con la preparación de la comida, en la que todos pueden participar. Este es, quizás uno de sus principales encantos, todos aportan su opinión y todos creen tener el secreto de la mejor forma de cocinar los calçots o de elaborar la salsa.
Las humaredas que se levantan hacia el cielo, son como símbolos o mensajes de amistad. Son como señales o saludos de un amigo realizados con el medio de comunicación más antiguo de la humanidad.
A partir de los años sesenta, el impulso de algunos restauradores con espíritu emprendedor, la creación de locales apropiados para llevar a cabo la calçotada, el hecho de que las agencias de viajes la hayan incluido como nueva atracción en sus itinerarios, la generalización en el uso del vehículo particular y el hecho de que en invierno no son tan frecuentes como en verano las atracciones turísticas y gastronómicas, ayudan a la calçotada a convertirse, por unos meses, en uno de los principales atractivos de las comarcas donde se cultivan.
El arte de comer bien ha encontrado en la calçotada un excelente plato culinario. No en vano, un gran entendido en la materia, el gran "maitre" Joan Cabané, definió la calçotada como "un plato estelar local bien conseguido" y como "una costumbre tradicional vallense que ha despertado el interés culinario más allá de nuestras fronteras ". El secreto del buen "calçot", su ángel, su misterio, posiblemente lo encontraríamos en el hecho de ser cultivado las tierras de Valls y de su Comarca. Debe ser el agua, el sol, el clima, la composición especial de las tierras del Alt Camp, la dedicación y el amor con que nuestros agricultores lo cultivan. No se puede encontrar en ningún otro lugar el sabor especial que tienen los "calçots" de Valls.
Una calçotada, representa adentrarse en la comprensión del espíritu de nuestra tierra. La calçotada es una lección ejemplar que define de forma clara y precisa la forma de ser de los catalanes. La calçotada ha hermanado la agricultura con la gastronomía, ya ha entrado en los campos de la alimentación y de la cultura. Desde un origen humilde y popular, se ha convertido en tradición, arraigada en nuestras costumbres, ya través de las artes nobles, a través de la sensibilidad artística, ha entrado con todos los honores en el ámbito del arte de la cocina donde se ha ganado un merecido lugar.
Recientemente el prestigio del "calçot" se ha extendido a otras zonas del país donde también se producen y consumen "calçots". En 1995 la Generalitat de Catalunya concedió la denominación de calidad "Calçot de Valls" y en 1996 se constituyó el Consejo Regulador. El ámbito geográfico de esta denominación comprende las comarcas del Alt Camp, Baix Camp, Tarragonès y Baix Penedès.